Los niños que viven con perros aprenden habilidades sociales,
aumentan su capacidad de empatía y desarrollan su sentido de la responsabilidad. Para que la experiencia de la convivencia entre niño y
perro resulte positiva, hay que marcar a los pequeños ciertas pautas que les
orienten sobre cómo relacionarse con el que puede ser su mejor amigo y
compañero de juegos.
El dominio de la comunicación
no verbal es clave para la convivencia entre niños y animales. El
niño debe saber que el perro se comunica, sobre todo, a través de los gestos que hace con su cuerpo. Del mismo modo, recibe
información mediante la comunicación no verbal de sus dueños. El hecho de que
el niño se acerque demasiado al animal para abrazarle o poner su cara cerca puede
interpretarse por el perro como una provocación. Eso se debe a que, en las
manadas de lobos, antepasados del perro, este tipo de acercamiento indica un
comportamiento intimidatorio.
Por otro lado, mirar directamente a los ojos del perro puede
entenderse por este como un reto. Es recomendable que el niño sepa que cuando
el perro mueve la cola y agacha su cuerpo y su cabeza indica que está contento o eufórico. Si tiene las orejas
inhiestas y la cola quieta y hacia arriba, está en tensión. El perro que arrastra
el cuerpo por el suelo, tiene la cola entre las patas y las
orejas hacia detrás, comunica que se somete a otro individuo, ya sea persona o
animal, a quien considera el líder.
El niño y el respeto por el espacio y tiempo del perro
El niño
que respeta los espacios y momentos en los que el perro necesita
intimidad y tranquilidad demuestra
que comprende a su amigo canino y que la convivencia con él está planteada de
manera correcta. Es el caso del momento en el que el perro come o duerme,
necesita tranquilidad y los adultos deben explicarle al niño por qué. Es muy
recomendable que el niño entienda que el can no es un juguete, sino un ser
vivo, que depende de nuestros cuidados y tiene sus necesidades. Esto depende de
las explicaciones
correctas de los adultos.
El niño
es una esponja en el momento de aprender y asumirá, con facilidad, las reglas
del juego en la relación con su amigo de cuatro patas. En poco tiempo, sabrá
interpretar cuándo el perro quiere jugar o busca tranquilidad. Aún así, es
importante que un adulto supervise que la relación entre ambos se desarrolla de
manera correcta.
Reglas sociales distintas para niños y perros
Las
reglas de comunicación y
relación del perro no siempre coinciden con las del grupo humano. Es
aconsejable enseñar al niño esas normas, así como a no traspasar ciertos
límites en la convivencia con el perro. Los lazos afectivos y de amistad que
pueden surgir entre un niño y un perro son muy especiales. Es una experiencia
inolvidable y única.
Perros "niñeros" y su carácter especial
Hay
perros que, por su carácter, son más adecuados para convivir con niños. Son más pacientes,
tranquilos y les gusta la compañía y el juego con los niños. No a todos los
perros les resulta fácil la convivencia con los más pequeños. Hay que tenerlo
en cuenta al escoger un perro.
El chihuahua no se considera un perro adecuado para
la convivencia con niños. No tiene paciencia y a menudo es posesivo con quien
considera su dueño. Tampoco es una de las razas que se caracterizan por
gustarle el juego. Sin embargo, no significa que un chihuahua no pueda convivir
con niños y se consiga adaptar a la situación, aunque su carácter carece de las
particularidades más adecuadas para la convivencia con los más pequeños.
Las
hembras son mejores compañeras de los niños que los machos, aunque no se puede
generalizar. Ellas son más pacientes y menos territoriales. Son más dóciles,
tranquilas y tienden a ser muy
protectoras con los niños y las personas mayores. Los
adiestradores de perros guía las prefieren por su buena disposición para el
aprendizaje. Las hembras son más metódicas y perseverantes y aprenden más
rápido. Son más tolerantes y sociables con los extraños y otros animales de
compañía. Aceptan mejor la jerarquía y son más caseras.
Niños que saben cuidar a sus perros
Es
recomendable implicar al niño en las tareas
diarias del cuidado del perro. Puede sacarlo a pasear,
encargarse de cepillarle el pelaje, ocuparse de que tenga agua limpia y
acompañarle al veterinario. De esta manera, el niño desarrollará su sentido de
la responsabilidad y el perro le reconocerá como un amigo que cuida de él y al
que tiene que respetar. Pero sobre todo, los niños que tienen perros pueden
disfrutar del juego y de la relación con ellos.
Un niño
muy pequeño, de entre uno y
cuatro años, se relaciona y participa de manera distinta con el perro que
un niño que tenga más de cuatro años. Un bebé
que gatea no
tiene la misma capacidad de relación con el perro que otro que puede sacarle a
pasear o interactuar más con él a través de diferentes juegos.
Es probable que el bebé que comienza con sus primeros pasos
quiera acercarse al perro para agarrarle del pelaje, estirarle de la cola o de
las orejas. Para el bebé, el perro es un ser que le llama mucho la atención por
su aspecto diferente y es recomendable que, desde esta etapa, los padres
comiencen a explicar al niño que debe acercarse al perro con respeto para no
asustarle o causarle daño. De esta manera, se sentarán unas bases de relación
correctas para que a medida que el niño crezca y evolucione, estreche lazos de
amistad con el perro.
Perros equilibrados y educados para tus niñ@s en:
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